Con las mochilas cargadas y en pleno junio Miri y yo atravesamos el Círculo Polar Ártico con un objetivo claro: conocer a Santa Claus en su propia casa, escribirle una carta y contarle lo bien que nos estábamos portando.
La casa de Santa está justo encima del círculo ártico, un lugar que todo viajero quiere visitar si viaja a Finlandia, pero para nosotros además de cumplir con ese hito queríamos que los elfos nos saludaran y nos dejaran entrar a ver al señor más bonachón y regalador del mundo. Así que después de caminar junto a la carretera (sin perdernos) y dejar aparcadas nuestras mochilas nos metimos en la gran casa donde pedimos conocerlo.
– ¿Santa Claus está? –preguntamos
– ¿Quién lo busca? – respondió con otra pregunta un elfo.
– Nosotros. Venimos desde muy lejos; muy lejos y queremos verlo.
El elfo dudó un poco y finalmente, después de ver nuestras caras de niños buenos y tras oírnos que no pediríamos tantas cosas decidió se fue hacia adentro y nos hizo esperar un par de minutos, al rato volvió con la noticia: Santa estaba dispuesto a recibirnos en su casa.
Antes de terminar la frase le dimos las gracias y sin preguntar por dónde era nos metimos y nos encontramos con un submundo lleno de máquinas que detienen el mundo todos los 25 de diciembre a medianoche. Como todo el mundo sabe esas máquinas son mágicas así que, aun cuando las miramos con detenimiento no pudimos entender cómo funcionaban.
Caminamos por unos pasillos con relojes y engranajes y finalmente entramos a un salón lleno de libros y sobre un sillón grandote, vestido de rojo, exhibiendo su gran barba blanca allí estaba él, Santa Claus que esperaba por nosotros.
– Hola, Miri y Arol –nos dijo inmediatamente al vernos.
Como cualquiera puede suponer nuestros ojos se abrieron tan grandes por la sorpresa de ver que conocía nuestros nombres; pero nos daríamos cuenta, unos minutos después, que no era lo único que sabía. Nos dijo que sabía de dónde veníamos, nos habló en español y en inglés y después de insistirle en que éramos muy buenos nos despidió con un “adiós amigos”.
Lo dejamos a Santa descansando mientras volvíamos a la carretera entre renos y montañas pensando que, estas navidades, cuando venga a visitarnos a nuestra casa le invitaremos un té con galletas porque todo viajero merece ser bien atendido.
Hoy he caído en las garras de vuestro blog y he de decir que me he quedado maravillado.
No sólo por la calidad de las imágenes y la belleza de los lugares que visitais, si no por lo accesible que lo narrais.
Tomo ideas para futuros viajes, y os agradezco la oportunidad de acercarme a estos lugares tan fantásticos.
Gracias
Jesús
Muy bonito contado casi pero solo casi me gusta un poco mas la navidad
Guau! ¡Yo también quiero conocerle! :D