carnicería de camello

Comer hamburguesa de camello en Casablanca

carnicería de camello
Carnicería de camellos

Marruecos, la puerta de África para quienes la visitan desde Europa, puede entregar una innumerable oportunidad de descubrir la cultura árabe de manera moderada, aunque de vez en cuando la sorpresa está a la vuelta de la esquina como, por ejemplo, comer una hamburguesa de camello.
El turista típico que entra en la Antigua Medina se encuentra con las puertas de puertas Bab Jédid y Bab Marrakech, se deja entusiasmar por los vendedores de negocios de “lujo” y luego de unos minutos andando retornan para evitar encontrarse con una zona que, a primera vista, parece peligrosa.
Sin embargo, adentrarse por aquellas calles sin nombre, pasajes oscuros y olores de especias mezclados con cloaca pueden convertir el viaje en una experiencia imborrable.
Detrás de la Antigua Medina se encuentra una de las maneras más exóticas y entretenidas de comer: tu llevas tu comida y ellos te la cocinan. El único restaurante que no tiene comida.
Esa especie de asociación entre carnicerías y restaurantes el sistema funciona con los engranajes bien engrasados: en una pequeña calle se ubican las carnicerías, en la otra los restaurantes donde sólo te cocinan lo que les pides.
Al comienzo de la calle en las afueras de Casablanca el dibujo de un caballo junto a una vaca en la fachada de una carnicería da un presagio del tipo de carne que nos encontraremos: cerdo, vacuno, pavo, pollo, caballo y la estrella de un plato fuera de lo normal: camello.
Para que no queden dudas y garantizando la calidad del producto, las carnicerías, exhiben la cabeza colgada de estos animales jorobados, les cuelgan perejil de la boca (imagino que para potenciar su atractivo) y lo ofrecen en carteles que destacan las bondades del producto.
Junto a una cabeza con la lengua afuera la carne se deposita en unas mesas sin refrigeración, llenas de moscas que no tienen problema en llegar hasta estos comercios que no son más que puestos callejeros.
Al otro lado, a menos de 50 metros, sin puertas, con tres paredes y un techo atestados de gente paciente los restaurantes se caracterizan por una parrilla a la entrada, unas cuantas mesas amontonadas y la infaltable televisión.
Una vez que se tiene el producto en mano el comensal deberá ir a uno de los tantos restaurante escogidos, pasar por la caja, mostrar cuánto es lo que quiero que me cocine y una vez que sepan la cantidad le dirán cuánto le cobrarán.
La técnica redica en no pensar en cuántas moscas caminaron sobre la carne picada de camello que se compró minutos antes; no interesarnos tampoco saber si había sido criado por su carne o había paseado por el desierto; la estrategia consiste en sentir el sabor fuerte y delicioso de la primera hamburguesa de carne de camello que nos devoraremos.

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