Los prejuicios en Bolivia

Esta es, tal vez, una de las entradas más personales que escribo hasta el día de hoy. Poco tiene que ver con destinos turísticos, recomendaciones de sitios para visitar o algún consejo sobre cómo conseguir billetes de avión. Se trata de una historia de prejuicios y de las cosas que nos podemos llegar a perder por ello.

Carretera al sur de Bolivia
Carretera desierta en el sur de Bolivia

Hace unos años cuando había ido a  Bolivia a recorrerla como mochilero haciendo autostop me di cuenta que no siempre se tiene tanta suerte y muchas veces por más que lo intentemos nadie te lleva, así que no queda más remedio que caminar hasta el siguiente pueblo. Fue así como bajo un calor de unos 40 grados cogí la carretera y me dispuse a caminar.

Creo que caminé unos 15 o 20 kilómetros en medio de las espesas y secas selvas del Chaco Boliviano cuando me estaba quedando sin agua y crecía el temor por la posible deshidratación y la inseguridad de estar en una zona que no conocía. Seguí andando hasta que vi, como a un kilómetro de distancia, un grupo de personas en el arcén. Crecía más mi temor porque esa es una zona usada por los narcotraficantes, ladrones de coches y algún que otro delincuente.

Sin muchas posibilidades de huir me tuve que acercar y vi que el grupo de personas eran unos diez aborígenes que custodiaban unas sandías bajo un imrpovisado puesto de venta hecho con unos palos y un montón de paja. Pedí agua y sólo uno de ellos entendió el español, el resto me miraba con cara de pocos amigos y yo seguía con gran desconfianza. Bebí el agua, llené mis botellas y salí lo más rápido que pude bajo en pensamiento «si me quedo un minuto más seguro que me roban o me hacen algo».

Con 20 kilos en la espalda, 40 grados a la sombra y sólo una carretera apuré el paso. Creo que caminé poco más de un kilómetro cuando me di vuelta y vi un par de bultos que se acercaban. Pensé «ahora sí, ahora se dieron cuenta que me pueden robar algo y vienen a por mi». Miré si venía algún coche, pero no había suerte (no había pasado ninguno en la última hora) me saqué la mochila, busqué una navaja que tenía escondida y me preparé para lo que sea. «Me robarán, lo sé» pensaba asustado.

Los bultos se fueron haciendo cada vez más claros, estaban a pocos metros cuando vi que uno de ellos venía en una bicicleta y el otro corría. No tenían más de 8 años y traían en sus manos una sandía que me la regalaron sin decirme nada.

Mientras lloraba pensaba en lo tonto que había sido, en el buen uso que le había dado a la navaja y en lo ciego que somos muchas veces, tan ciegos que podríamos perdernos la posibilidad de probar la mejor sandía del mundo.

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17 comentarios

  1. Casi siempre todas estas situaciones se complican en nuestra mente mucho más de lo que lo son en realidad. Tendemos a mantener el «piensa mal y acertarás» y, aunque en ocasiones se acierte, todavía son más las que acabas por perder algo más importante que lo que te podrían robar: pierdes la fe en la humanidad :-)
    Buena reflexión

  2. No creo que fuera una cuestión de prejuicios, sino simple miedo por estar sólo y sentir una indefensión grande ante una desproporción numérica importante. Y si además uno está en una situación algo extrema, uno eleva las precauciones al máximo, aunque sea innecesario.

  3. Hola Arol. Como ves, siempre hay tiempo para pasar por el blog de un buen viajero y disfrutar un rato con sus comentarios. Tienes un buen blog y cultivas bien algo que a mi a veces ya se me escapa: los post son cortos (al menos, casi todos los que he visto) y concretos. Creo que así debe ser un blog, no un rollo de seis folios en cada entrada. Ésta en concreto esta muy bien ya que narras una anécdota muy personal y cargada de sentimiento; así es más fácil llegar al lector que copiando los textos y los aburridos datos de una guía. Sigue así!!. Un abrazo

  4. Regularmente los prejuicios son así y más en sudamérica y la selva, pues lo bueno es que saliste sin problemas, siempre hay que abrirnos a las personas pese a que tengas muchos pensamientos negativos sobre otras personas, uno nunca sabe que tan buen persona puede ser.

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